Escrito para Kenneth Tse, reconocido actualmente como uno de los más importantes saxofonistas clásicos del mundo, este Concertino para Saxofón Alto y Banda se proyecta desde la magia del ritual intercultural, el poderoso ímpetu rítmico y la espontaneidad melódica de la música latina, en diálogo con técnicas pop y sinfónicas del mundo musical occidental y el virtuosismo técnico y expresivo del maestro Tse.
Boga (denominación dada al remero de una embarcación) se inspira en la tradición del canto monódico de los barqueros campesinos de los ríos del Caribe colombiano. Basado en una melodía modal sencilla que flota (navega) sobre ambiente minimalista, la línea solista se despliega, abordando registros cada vez más agudos y creciendo en carácter, en forma análoga al ritual de práctica musical de herencia afro, en el que la improvisación y trance constituyen movimiento, desarrollo e intención estética. Bullerengue, cumbia y montuno son escenarios de color en el viaje del Boga que al final, a manera de arco, regresa a casa.
Danza es una canción breve, cándida y expresiva que baila una pareja. Fiel a la tradición tonal de las músicas de los formatos de cuerdas pulsadas de la región andina colombiana y escrita en forma A-B-A, narra un ritual de amor apasionado desde la ternura íntima hasta la confesión liberadora que extiende, intensa y ensimismada, la Danza que lo celebra. Fragmentos en registro sobreagudo simbolizan canción, baile y expresión intensa del saxofón sobre la banda.
Aquelarre (reunión de brujos para la práctica de la magia) cierra este recorrido por tres escenas colombianas, simbolizando la importancia para la obra del referente de periferia, pagano y primitivo imaginado para la obra. De nuevo la vitalidad rítmica, la improvisación como generadora melódica y las interacciones texturales entre banda y solista guían el desarrollo del discurso. En este movimiento final emergen rasgos de diversos géneros tradicionales colombianos que comparten estructura rítmica en seis corcheas, entre ellos el bambuco, el pasillo y el fandango (aquelarre caribeño) sobre el que se desarrolla la cadencia final, alimentando el espíritu del solista: rico, diverso, profano… vivo.